Antropomorfizar es asignar actitudes, sentimientos, cualidades o características «humanas» a otras especies animales, plantas u objetos.
Es necesario usar rasgos ‘humanos’ para hablar de las emociones de otros animales, pero debemos tener cuidado de no descartar o invalidar su experiencia.
La evidencia científica es clara en cuanto a que la especie humana comparte rasgos emocionales y cognitivos con otras especies animales.
No estamos imponiendo características humanas a otras especies, estamos reconociendo rasgos comunes y usando un lenguaje familiar para describirlos.
Ser antropomórfico es natural y necesario para entender las emociones de otras especies animales.
Hoy en día, desde el punto de vista científico, se considera incorrecto negar la existencia de emociones en animales no humanos, ya que está demostrado que tienen un mundo emocional propio, intereses sobre su propia vida y consciencia de sí mismos.
Si observamos sin juzgar, podemos encontrar las raíces de nuestra propia inteligencia y emociones en otros animales. Esto no implica que todas las especies sean idénticas, sino que comparten suficientes rasgos para situarse en un continuo.
La «continuidad evolutiva» señala que las similitudes y diferencias entre especies son matices de un continuo, no diferencias tajantes.
El antropomorfismo se vuelve problemático cuando:
– Se le atribuyen motivaciones humanas al comportamiento indeseado de los perros, como el engaño o la búsqueda de estatus, reaccionando en función de una interpretación errónea.
– Se le atribuyen deseos humanos a los perros, como asistir a un concierto o a una manifestación, sin considerar sus emociones, lo que puede ponerlos en situaciones que les incomoden, les estresen o les preocupen.
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📖 Bekoff, Marc: “Do Animals Have Emotions” & «The Emotional Lives of Animals»
